Llegamos a la conclusión de que solo podríamos ofrecerle amor, pero de amor no se vive.
El día que me realizaron el aborto fue el 8 de enero de este año, un día que nunca olvidaré, pero del que no me arrepiento. Todo empezó porque padezco de un síndrome llamado “ovario poliquístico”, por el cual muchas veces no tengo mi periodo, únicamente cólicos y solo en algunas ocasiones. Al darme cuenta de que ya había pasado mucho tiempo sin tener la regla, decidí realizarme un análisis sanguíneo para ver que todo estuviera bien; el resultado dio negativo al embarazo, por lo que me despreocupe y pensé que al haber dejado de tomar las pastillas anticonceptivas era normal que mi periodo tardará un poco más en presentarse.
A mediados de diciembre recuerdo que tenía un humor inaguantable, nunca me había sentido de esa manera; estaba irritable en todo momento, lloraba y me enojada por cualquier cosa sin entender el motivo. Sin embargo, lo que me volvió a detonar la duda de si estaba o no embarazada fue un día en el desayuno con mi pareja, mi comida favorita me había asqueado tanto que tuve que ir corriendo al baño, algo que nunca me había sucedido. Después de un par de días tuve una pelea con mi novio, en un arranque de furia salí a la farmacia a comprar una prueba de orina, pero no me la hice ese día, esperé a la siguiente mañana para realizarla, mi sorpresa: dio positivo casi al instante.
Al ver que el resultado era positivo, hable con mi pareja y los dos, después de pensarlo un poco llegamos a la misma conclusión. Así que decidimos no seguir adelante con el embarazo y abortar.
“Lo único que tenemos para ofrecerle a un bebé era amor, pero de amor no se vive”.
Ese mismo día comenzamos a buscar clínicas donde me pudieran practicar el aborto, encontramos de todo: gratuitas, baratas, cercanas, nuevas… Todas eran diferentes, pero nos sentimos más cómodos al encontrar una llamada “Medieg” en la cual teníamos que pagar una suma, pero nos sentimos en confianza. Agendamos una cita.
Al llegar a las instalaciones me pasaron a un consultorio, mi pareja entro conmigo y en ese momento fue cuando todo comenzó.
Me realizaron unas preguntas: ¿fumas?, ¿consumes bebidas alcohólicas?, ¿cómo te has sentido?, ¿hace cuánto sabes del embarazo?, ¿estás segura de tu decisión? Después de contestar todo me agendaron otra cita para dentro de dos días.
“No sé por qué no se hizo el mismo día, pienso que, tal vez fue un tiempo para pensar las cosas después de tener toda la información requerida”.
En mi siguiente cita, me hicieron un ultrasonido y la doctora me preguntó: ¿te gustaría ver la pantalla? Yo me negué puesto que estaba consciente de que si veía esa pantalla no tendría la fuerza para continuar con el aborto. Después de un momento me mencionaron que tenía 10 semanas de embarazo, yo no lo creí posible, ¿por qué mi prueba de sangre salió negativa? ¿cómo no me di cuenta antes? No lo podía creer. Me dieron dos opciones: aborto con medicamentos o aborto con aspiración. Decidí la segunda opción, me pareció más confiable y efectiva. Antes de realizar el procedimiento me enseñaron todos los instrumentos que utilizarían y me explicaron lo que harían y lo que yo sentiría.
Primero me dieron una pastilla con la cual sentí cólicos fuertes, me recosté en la camilla del consultorio e introdujeron un aparato en mi cuello uterino, después de unos instantes sentí un cólico tan fuerte que jamás pensé sentir algo así. Empecé a llorar mientras una enfermera me tomaba de la mano. Fueron los 8 minutos más largos de mi vida.
Cuando llegue a la clínica pensé que me juzgarían o intentarían hacer que cambiara de opinión, pero todo el personal fue muy atento conmigo. En ningún momento me dejaron sola, me explicaron paso a paso todo lo que me realizarían y todo lo que sentiría dentro de mi cuerpo.
No sé si estén acostumbradas a este tipo de cosas o por que fueron tan amables conmigo, pero se los agradezco.