Una experiencia que jamás podré borrar de mi mente por impactante y porque nunca seré tan valiente como ese día.
El 26 de mayo del 2015 me aventé de un coche en movimiento sobre Av. Churubusco. Venía en un taxi que tomé sobre Barranca del Muerto e Insurgentes, me dirigía hacia casa de mis abuelos.
Recuerdo que era el cumpleaños de una de mis amigas y que era martes, porque llevaba conmigo una bolsa con fruta que había comprado en el tianguis de mi colonia.
Estaba acostumbrada a subirme a taxis de la calle, sin preocupación alguna. De hecho, siempre me habían tocado experiencias buenas con los conductores, por lo que cuando empezó Uber yo ni siquiera pensé en descargar la aplicación, defendía a los taxis de la calle y de los sitios.
Estaba platicando con el conductor sobre la situación de Uber y de los taxis piratas, él me decía que uno de sus familiares tenía un taxi pirata pero que él pensaba que estaba mal. De repente, mis manos y piernas se empezaron a adormecer sin motivo alguno, decidí no comentarle nada al conductor y voltee a verlo por el espejo retrovisor: me estaba viendo fijamente y dijo «¿cómo que huele a tiner, no?» Ahí fue cuando entendí que algo no estaba bien.
Como es un camino que conozco a la perfección sabía que no había manera de que oliera a tiner, mucho menos sobre la avenida, nos encontrabamos a un lado del CNA. Cuando le indique que tenía que salir a lateral para darnos un retorno para cruzar al otro lado de la avenida entendí que me estaba drogando, hasta la fecha no se con qué ni me interesa saberlo.
Cuando estábamos en la lateral del otro lado de Churubusco simplemente abrí la puerta y le lancé, no le pedí que se detuviera. Al lanzarme, no solté ninguna de mis pertenencias, por lo que fue motivo de risa para muchas personas «jajaj te aventaste del taxi pero no soltaste tu fruta». ¿Quién iba a pensar en eso? Yo no, simplemente me levante y corrí hacia atrás donde encontré una calle cerrada y a un policía, le pedí que me ayudara y recuerdo que le decía «¡ayúdeme, el taxi!». Cuando el policía entendió lo que estaba sucediendo salió en busca del coche pero ya se había marchado.
Le marqué a mi mamá y fue por mi junto con mi abuelo, estaba a tres cuadras de casa de mis abuelos, una zona segura para mí. De la adrenalina y el miedo que tenía no me había percatado de que tenía la pierna derecha quemada por la velocidad y el pavimento.
Cuando le conté a mis amigos lo que me había sucedido, algunos de ellos me dijeron «pobre conductor, seguro pensó que estabas loca», cuando llegue al hospital me dijeron «¿consumiste algo?». Las únicas personas que me creyeron fueron mis familiares, porque saben que jamás haría algo así, en realidad soy muy miedosa para la velocidad y los coches, sobre todo cuando alguien más lleva el volante.
Esta vez le tocó a una niña llamada Stephanie Quezada en un taxi «seguro» de la compañia Didi México, que es relativamente competencia de Uber. Ella tenía el modelo y la placa del automóvil, aún así no han podido encontrar al responsable y la tachan de mentirosa.
A pesar de que no hemos sido solamente nosotras, nadie nos cree. Lo toman a burla, creen que queremos llamar la atención o viajes gratis.
Nunca levanté una denuncia porque no tenía datos sobre el coche ni el conductor, sin embargo, han habido casos en los que a pesar de tener esa información las autoridades no hacen nada.
Les basta con decir «no hemos encontrado al responsable».